miércoles, abril 07, 2010

Cerdo a la plancha

O "dos perspectivas diferentes de la visita a un hospital".

Permitanme elaborar.

El sábado pasado, fuimos convocados por mi compadrísimo Armando a celebrar la llegada de sus 40 primaveras.

Pronta y alegremente fuimos llegando al lugar de la cita para disponernos del disfrute de una parrillada (en pleno sábado de gloria -not that I care) y de una variedad de bebidas espirituosas para ayudar a la garganta a resbalar la arrachera, el filete y demás cortes destinados a alimentar a una veintena de amigos, entre los que estábamos los que casi cada miércoles nos reunimos (y me incluyo, aunque soy el más irregular) para el dominó.

Por supuesto que no podía faltar el mismísimo Don Segio Soprano Corleone . Capo di tutti capi y propietario del "anafre" (un mastodónico asador) que fué empleado para dar cuenta de los kilos y kilos de res que conformaron el festín.

El querido Checolín traia carita de niño en día de fiesta, sonreía y aleteaba las pestañotas que Dios y doña Licha le heredaron, su espíritu irradiaba un aura luminosa y de la boca de nuestro muy estimado amigo, salía un sonoro, honesto, sincero y poco pretencioso "!hoy me quiero poner hasta la madre!".

Pero el gusto le duró poco. Muy poco si ustedes me apuran.

 Al poco rato de haber llegado y de servirse la primer bebida, el moreno tono de piel del estimado Serch, cambió a un pálido cenizo. Sudaba frío y la sonrisa desapareció, dejando lugar a una mueca mezcla de incertidumbre, dolor y un leve asomo de miedo.

Con la fortuna que nos acompaña en la vida a este su seguro servidor y amigos que me rodean, ahí, infaltable a la cita se encontraba el doctor Millan y su enorme sabiduría y experiencia médicas. En pocos segundos revisó al capo Soprano-Corleone y con calma, serenidad, y mucha firmeza indicó a Chío:

¡Trépalo a la camioneta y llévatelo al hospital!

La mayoría de los presentes -especialmente las dos pequeñas hijas del susodicho- no nos percatamos de todo el merequetengue que se gestaba en esos momentos, seguíamos departiendo con el festejado y al amigordo solo lo vimos salir llevado por su señora con destino al hospital; mi compadre Robert se quedó al pendiente del teléfono y de las niñas por cualquier novedad. -Quizá el médico lo mande de regreso a su casa y ahí quede la cosa, después les llevamos a las niñas, por ahora que jueguen y se distraigan-, fué en petitte comité lo que se planteó de inicio.

Y pues no.

Las horas pasaron y las noticias eran pocas y no muy alentadoras, aparentemente la situación era delicada, y sí que lo fué.

Al quierido Macuil tuvieron que operarle de emergencia un par de hernias, que de haber seguido así unas horas más hubiesen tenido consecuencias peores.

Nos tranquilizó el hecho -y las palabras del P-Lón Millán- que don Corleone-Soprano estando en el hospital tendría la atención adecuada y óptima, misma que en medio de una pachanga por supuesto que no tendría, bromeaba además con el detalle de haber comentado con Chío previa a la urgente partida al hospital... "Qué bueno que vienes vestida de negro, si este desgraciado se nos pela, ya no te tienes que ir a cambiar".

Nos dió, y nos sigue dando mucha risa, igual que el comentario del bautizado por el mismo Maxil como la "Rata Milpera", el compadre Robert, cuando nos enteramos que la cirugía era inminente. -"Mira nomás" -dijo, "esto de parrillada de carne de res, ya pasó a ser cerdo a plancha".

Entre la chanza y la risa, nos cayó el vente del mensaje que lo sucedido al buen Sergio, nos puede pasar a cualquiera. La mala alimentación, el estrés, el alcohol y las desveladas, pueden ser una ruta a la sala de emergencias para más de uno.

La vida nos ofrece una amplia gama de posibilidades para disfrutarla, pero hasta esa parte -la del disfrute- tiene que hacerse con cierta moderación. Más aún la friega en el trabajo y la aprehensión de la que continuamente somos presa por el estrés, las cargas tanto económocas como emocionales que nuestras labores y la vida diaria nos plantan a la cara.

El lunes 5 por la noche pude ir junto con mis compadrotes al hospital a visitar al Capo di tutti capi.

La palabra "madreado" es poco descriptiva de la imágen que el buen Checo representaba tumbado en el reposet, con tubos saliéndole (y entrándole) literalmente por todos lados, las piernas vendadas como si fuese a jugar fut contra el equipo del barrio más peligroso de Puebla y compresas de gel helado para bajarle la temperatura.

Hicimos lo posible -y creo que lo conseguimos- por hacerlo sentir mejor; lo habían visitado el día previo y ese mismo lunes sus familiares y algunos otros amigos, pero nosotros tomamos la visita al cuarto del hospital como una mala imitación de una reunión en casa, platicando trivialidades y temas ligeros, intentando hacer sentir a nuestro cuate cinco centavos menos fregado. La operación fué maratónica, complicada, tecnicamente exigente (principalmente la malla que le fué colocada como refuerzo en la cavidad abdominal) y para el pobre gordo casi un preludio del purgatorio que dentro de muchos, muchos años tendrá que pasar cuando entregue el equipo y tenga que rendir cuentas al creador.

Un amigo que a la vez es esposo, padre de familia, gente de trabajo -un soberano barbaján en la superficie, pero grande y noble como persona en el fondo- (puede en este caso más el fondo que la forma) fué el espejo en el que pudimos vernos reflejados, la llamada de atención que casi grita "¡aguas, no te toque a tí también" porque además, el mafioso más temido de la Santa María, es algunos añitos más jóven que nosotros.

Afortunadamente todo va bien,esta, su cuarta cirugía, esperamos sea la última.

Y en esas andaba precisamente cuando sonó mi celular pasadas las 9 de la noche. Era mi hermano -lo cual no me extrañó-. Lo que sí puso mis sentidos en alerta fué que la llamada tenía como finalidad avisar que la llegada de mi nueva sobrina -esperada para dentro de tres semanas- se adelantaba para esa misma noche.

¡Ups!

La plática durante la parte final de la visita al buen Sergio sonaba de manera hueca en mi cabeza, de hecho había entrado en tensión desde que mi hermano me avisó, pues los últimos meses del embarazo de mi cuñada habían sido bastante complicados y con un margen muy alto de riesgo.

Mientras sonaban las palabras y las risas, en silencio elevaba una oración porque todo saliera bien con la nena y mi cuñada. Afortunadamente Dios aún me tiene cierta estima (a pesar de que yo por mi lado ya le manifesté mi repudio a su pésimo personal administrativo en la tierra llamado 'iglesia católica' -con sus curitas pederastas y demás linduras-) y un rato después, mi hermana me confirmaba que todo había salido muy bien y que Mía del Carmen ya formaba parte de la humanidad, habiendo llegado a este mundo a las 9:40 de la noche con 2 kilitos y 300 gramos de pura lindura e inocencia.

Tras suspirar aliviado por las buenas noticias, ahora sí la despedida y los buenos deseos al amigo fueron con total conciencia.

Al día siguiente, me dí tiempo de ir al hospital a conocer a mi sobrina. Qué puedo decir yo -que a fín de cuentas soy su tío-. Está hermosa, completita y a pesar de que las facciones de un recién nacido son totalmente cambiantes, le encontré mucho parecido con su hermanito mayor (Mau le lleva únicamente un año con seis días).

Mi cuñada luce muy bien y el médico vislumbra un excelente panorama para ambas.

La visita al hospital en este caso, tuvo un sabor y un color totalmente diferentes. Cambia mucho la perspectiva de acuerdo con la situación, de eso, ni duda cabe.

Mis mejores deseos en la recuperación del buen Sergio, ya pronto repondremos lo que faltó disfrutar en la pachanga del compadre Armando.

Mis mejores deseos también para Erica y la nueva integrante de la familia: Mía del Carmen Flores Canales, quienes les rodeamos, procuraremos que siempre se sientan queridas y cuidadas.

Ahora, veremos de que manera darnos una escapada al hospital. Je!

Posted via email from Marco's posterous

1 comentario:

::: P-lón ::: dijo...

Excelente narrativa Marco, afortunadamente el buen Sergio está recuperándose y creo que le servirá de experiencia (una vez más) para bajarle al ritmo. Saludos y un abrazote.

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