miércoles, julio 07, 2010

Graduaciones

Fín de ciclo escolar, se acabó el año para la gran mayoría de los alumnos de todo tipo de institución educativa, desde jardín de niños hasta universidades, y con ello viene la inevitable época de graduaciones para aquellos que culminaron la etapa correspondiente a cada nivel.

Totalmente innecesarias y llevadas a cabo más por costumbre que por convicción, las ceremonias y fiestas de graduación son ya un mal producto de la mercadotecnia y de rehusarse a avanzar y hacer cambios favorables en nuestras ancestrales costumbres mexicanas de organizar una pachanga casi para todo.

Evidentemente que para más de uno son fechas realmente importantes -digo- no todos los días se termina la preparatoria o la carrera universitaria (por corta o técnica que esta sea) pero eso de organizar tremenda festividad que incluye ceremonia religiosa, ceremonia para entrega de diplomas y reconocimientos, comida o cena para la generación -más lo que se acumule o se les ocurra en el camino- es exagerado, peor aún cuando solo se trata de parvulitos pre escolares o pre adolescentes que terminan los seis años de educación primaria.

Desde el comité de padres de familia -que eventualmente termina en desgreñadero, enemistades juradas y hasta juicios de divorcio-, hasta la amenaza de boicot del evento por parte de la sociedad de padres de familia en caso de que el "regalo de generación" no sea lo suficientemente espectacular, útil o estrambótico, pasando por la iniciativa de vestir a los varoncitos de cadetes y a las niñas cual princesas con el argumento de "es que de uniforme vienen diario" sin tomar en cuenta el desembolso exagerado por una vestimenta que solo usarán unas cuantas horas (mismas que los pobres niños batallan con la incomodidad de la misma) hasta la elección del menú, música, recuerdos y un interminable etcétera, cual si fuese una boda o algo.

Cuando mi generación terminó la educación secundaria, el concenso general de mi grupo en particular, derivó en una de las experiencias más memorables de esos tiempos -nos fuimos de viaje tres días con sus respectivas dos noches al centro vacacional  IMSS Oaxtepec-.

Eso sí, no pudimos evitar la misa con un torrencial aguacero a la salida y la sentida ceremonia con un interminable discurso de nuestro entonces director de sección (que siempre ha sido un especialista en el speech, la pompa y circunstancia -saludos Lic. Pérez Garrido-) que culminaba con un emotivísimo "¡y grande es el Pereyra, porque grandes son ustedes!" o algo así.

Para los que fuimos al viaje, -con todo y la discreta pero firme vigilancia de nuestros "chaperones"- la experiencia de sentir una dósis medida pero saludable de libertad, de convivencia y de haber llegado al final de un ciclo en nuestras apenas adolescentes vidas nos dejó mucho mejores recuerdos que una fiesta de algunas horas donde quienes al final disfrutarían del evento sería el resto de la gente y no nosotros.

Los murciélagos por la noche en el trayecto de las cabañas al comedor, los almohadazos entre los que ocupabamos las cabañas, las competencias de nado, de clavados, los partidos de fútbol, el remo en canoa que culminó con el extravío de mis lentes (a quien demonios se le ocurre subirse a remar a una canoa con los lentes prescritos por el oftalmólogo puestos) los partidos de voley bol, toda la convivencia que de alguna manera en el contexto del lugar, fluyó tan divertida que esos días pasaron rapidísimo -o al menos así lo recuerdo-.

La mayoría de los que pertenecíamos a esa generación culminamos juntos también la preparatoria. Fuimos la última generación que cursó la educación media superior en dos años, ya que para el inicio de cursos de 1987, se agregó un año más al plan de estudios.

No sé exactamente -o no recuerdo- por qué en este caso sí se decidió que la graduación llevase un formato más o menos tradicional -como lo he señalado antes- misa, ceremonia y -en nuestro evento- cena.

De la misa realmente no recuerdo mucho -casi de ninguna misa guardo un buen recuerdo-, no así de la ceremonia en el auditorio de otro colegio que para la ocasión se rentó (en ese entonces las opciones en cuanto a un auditorio con aforo suficiente eran pocas).

Evidentemente la dinámica de la ceremonia no era distinta a la de todas las graduaciones... entrega de diplomas, entrega de reconocimientos (con todo y que muchos aún no habíamos acreditado todas las materias -yo me fuí a extraordinario en... historia del arte), palabras del rector, bla, bla, bla.

Pero sí tuvo -como cualquier gran evento en el que haya participado con mis amigos- un twist.

La parte "artística" del evento incluía ejecución de piano, declamación (o no?) entre las varias formas de expresión del arte y la capacidad de algunos de los compañeros de generación en pararse en el escenario, además de una fonomímica a cargo un pequeño grupo de alumnos de 2° "B" -su seguro servidor incluído- al compás de "Con Todos Menos Conmigo" de Timbiriche que arrancó aplausos y ovaciones del público.

Al concluir la ceremonia en el auditorio, acudimos a la cena -que como todas- conservó el formato de siempre (movimiento de cucharas, cuchillos y tenedores al compás de música de Ray Coniff) pero con la gran diferencia de que en la mente de la gran mayoría de las personas que integrabamos la generación 85 -87 de la preparatoria del I. Carlos Pereyra estabamos más que felices de formar parte de esa celebración, rodeados de los compañeros que quizá no volveríamos a ver ya que cada uno emprendería el camino a la universidad y no en todos los casos habría coincidencias.

Yo lo gocé como nunca. Quizá es la celebración que recuerde con más cariño en mi vida, estaba rodeado de todas las personas importantes para mi, tenía la vida por delante, el futuro era incierto -y creanme que lo sigue siendo-. Bailamos, cantamos -repetimos el show- algunos inclusive se amanecieron en el festejo y agarraron la primer borrachera -de muchas- en su vida.

Lo he externado muchas veces, pero no me canso de hacerlo, aquella fué quizá la mejor época de mi juventud; las dificultades y retos realmente no representaban motivo de angustia o estrés, los amigos eramos mucho más unidos, con todo y diferencias, resentimientos (los menos), circunstancias familiares, burlas, bromas, crecimos y navegamos por esta etapa de la vida con una facilidad y naturalidad muy diferente a la que se vive hoy en día.

Veinte años después de esa graduación nos volvimos a reunir la mayoría de los integrantes de la generación (escribí un post sobre el asunto, ya han pasado tres años) y también fué realmente emocionante el estar juntos después de tanto tiempo.

Hoy es la graduación de secundaria de mi hija Fernanda.

Recordando la época en la que viví la misma etapa que ella, sé lo que por su mente puede estar pasando; vienen cambios importantes, pasa a una etapa diferente y nueva en su trayecto por la vida académica, misma que en lo personal recuerdo con cariño y nostalgia, deseando que quizá sí hubiese sido bueno cursar ese año extra que a mi generación ya no le tocó.

Adoro a mis hijos, a ella como la única mujer le tengo un cariño muy particular, así que aunque nunca llegue a leer estas líneas quiero desearle a mi pequeña princesa toda la felicidad y la suerte del mundo ahora que concluye la etapa de la secundaria, desearle que su paso por la preparatoria sea exitoso y de muchos logros, que cuando dentro de tres años se vea lista para ingresar a la universidad, sienta la misma emoción que yo sentí aquella noche en que mis compañeros y yo festejamos la conclusión de una etapa y el inicio del resto de nuestras vidas.

Sigo pensando que las graduaciones de kinder y de primaria son algo inecesario; pero hoy que tendré el honor de acompañar a mi hija en su graduación de secundaria, realmente creo que vale la pena, por lo menos por sentirme orgulloso de verla a ella terminar con éxito esta etapa.

Curioso, el lugar desde donde estoy escribiendo estas líneas (mi trabajo) se encuentra a unos cuantos pasos del salón donde se llevó a cabo la cena de graduación de mi generación de preparatoria. No puedo evitar pensar en ello prácticamente todos los días y de dibujar una pequeña sonrisa en mi rostro al recordar ciertos detalles que en su momento -y precisamente ahí- me hacían sentir el dueño del mundo.

Posted via email from Marco's posterous

viernes, julio 02, 2010

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