miércoles, febrero 24, 2010

¡Boom! Estás muerto (y todos a tu alrededor también)

El baúl del dolor: le han buscado cualquier tipo de explicaciones al título original de la obra escrita por Mark Boal y magistralmente dirigida por Kathryn Bigellow.

La más simple que se me ocurre (y he aquí un spoiler) es en referencia al baúl de pertenencias de los caidos en combate que es enviado a Estados Unidos desde el lugar donde la persona -que alguna vez fué soldado- murió. Y esto lo vemos en la película cuando el cuerpo del sargento Thompson (Guy Pierece) y sus tiliches esperan el siguiente C-130 en ruta de Irak a la tierra de Obama y compañía.

Un peliculón hecho y derecho.

Claro que acá en las mágicas tierras aztecas, el macaco (término del que tiene todo el crédito el maese Ruy) que titula los filmes para su distribución pensó que "Misión Suicida" llevaría a más consumidores ávidos de acción, balazos, sexo y palomitas a las salas de cine... Luis Lumiere se revuelca en su tumba.

Me queda muy claro, desde el momento en que el súper en tipografía blanca sobre el mítico fondo negro queda suspendido con las palabras 'war is drug' que lo que estaba a punto de ver no era solamente la historia de aquellos que forman parte de los EOD (Explosive Ordnance Disposal) del ejército de los Estados Unidos, en este caso, en las amenas y pacíficas tierras iraquíes (perdón por el sarcasmo); sino algo más complejo, diferente y ajeno a aquello que el mal empleado título en castellano nos quiso vender.

Bigellow nos lleva de la mano de una tercia de elementos y la trampa mortal que los rodea. Primero son el ya citado Thompson, Sanborn (Anthony Mackie) y Eldridge (Brian Geraghty) -junto con un robot articulado- quienes nos ponen las cosas en contexto. Estamos en Irak, estamos en una olla de presión con la flama alta, un laberinto de calles terregosas, calor y la posibilidad de ser enviado al más allá mediante un bonito artilugio explosivo hecho en casa.

Eldridge no dispara a tiempo, el bad guy irakí activa el detonador vía celular. Con una cámara que toma no-sé-cuantos-cuadros-por-segundo Bigellow nos regala el primer muerto y la primer cubetada de realidad de esta película con una tensión y una intensidad pasmosa. Ouch, seguro eso debió doler, aunque quizá solo mientras la sinapsis cerebral de Thompson hacía sus últimos contactos. Damos por hecho que era un equipo unido... el sargento técnico en desactivación, el sargento/tirador y el especialista. Uno menos.

Después de la escena donde Sanborn deposita la placa de identificación de Thompson en el ya referido baúl, hace su aparición el sustituto.

El Sargento de Primera Clase William James (Jeremy Renner).

Bienvenido a Irak, bienvenido a la compañía Bravo, bienvenido a los madrazos.

De entrada y como diciendo "para que te entretengas" inmediatamente son asignados a la primer misión: un batallón detectó un cable sospechoso en una intersección, por lo que nuestro recién llegado y sus co-equiperos se desplazan hasta el lugar en cuestión. James -nomás para empezar- decide dejar sin chamba al robot encargado de hacer el reconocimiento a distancia, sin parabrisas a un taxi que decidió ignorar la barricada gringa y sin palabras a la audiencia que mira la película con las palmas de las manos sudorosas... este tipo no solo encuentra la bomba conectada al cable, sino un racimo de cinco más que solo requieren de que otro bad guy iraquí conecte una inocente batería de 9 voltios a unos cables pelones. James gana este round y nos deja en claro una cosa... no le tiene mucho miedo que digamos a la muerte, lo cual no le hace ninguna gracia ni a Sanborn ni a Eldridge.

El campamento americano (Camp Victory, formerly known as Camp Liberty) cuenta con su propio mini-tianguis. Ahí el Sargento James conoce a un insistente chamaco irakí que vende DVDs y se hace llamar Beckham. Este personaje de alguna forma nos muestra que James no está tan vacío como aparenta -de la peor manera posible-.

El llamado del deber llega desde las instalaciones de la ONU en Irak. Un carro sospechoso está estacionado en un lugar donde podría hacer mucho daño si su cargamento fueran varias bombas conectadas entre sí... y adivinen qué... pues sí, un fallido intento por detonar el auto con un balazo, forza a James a extinguir las llamas que devoran al sedán para intentar desarmar los explosivos. Sin traje especial ('si me ha de llevar el carajo, por lo menos que me lleve cómodo' -piensa James-) y con Sanborn y Eldridge bajo una fuerte carga de tensión amplificada por un mirón con videocámara y un grupo de sospechosos enclavados en una torre de la mezquita cercana al lugar, James después de un rato y de quitarse el radio-comunicador por la insistencia de Sanborn para dejar que los ingenieros de demolición se hagan cargo. La negativa de James lleva un mensaje implícito... déjenme hacer mi chamba en paz... si me lleva el diablo... que me lleve.

Misión cumplida y un autoritario puñetazo por parte de Sanborn después (así nomás como para poner las cosas en claro) nuestro trío se encuentra detonando material explosivo en el desierto. Eldridge y Sanborn se imaginan a James hecho chicharrón -'estos detonadores se activan accidentalmente'-. Nah, no son tan kool-aids, la razón no cede a la tentación (y a la película aún le falta un buen tramo) por lo que no es momento de quitarse al elemento riesgoso de encima; pero sí de encontrarse con un grupo de mercenarios que traé a dos de los elementos de la infame "baraja" que en época de búsqueda de los más cercanos colaboradores de Sadaam Hussein se tenía como parámetro. A la camioneta de los mercenarios se le ponchó una llanta y quedan junto con nuestro equipo de desactivación a merced de unos francotiradores apostados a cientos de metros de distancia. Diezmados, asoleados, sedientos y cansados, aguantan hasta que cae el último irakí y de paso Eldridge se saca un poco del peso que carga con la muerte de Thompson al eliminar a otro francotirador escondido entre chivos.

La directora realmente hace una extraordinaria labor. Igualmente el cinematógrafo Barry Ackroyd con la notabilísima edición de Chris Innis y Bob Murawsky nos hacen sentir segundo a segundo la tensión dentro del filme y la que los personajes pueden estar sintiendo.

La historia avanza y nuestro equipo de especialistas se encuentra en una bodega llena de explosivos y componentes para armar bombas, incluyendo el cadáver de un chamaco iraquí de unos doce años (remember Beckham?) relleno de explosivos, lo que provoca que venga un cambio de planes. Igualmente el psicólogo del batallón -quien de última decide acompañar al grupo para observar si hay algún progreso en la recuperación de Eldridge- ve abruptamente cambiados y eliminados todos sus planes a futuro, sobra decir que lo único que quedó de él fué el casco.

James quiere quitarse la duda de la cabeza y a punta de pistola se lleva al dueño del puestecillo donde vendía Beckham los DVDs exigiéndole le muestre la casa del muchacho. Simplemente es el lugar equivocado -la casa de un profesor que creé que la CIA lo ha elegido como espía-, cosa que compromete la integridad del Sargento. Habrá que regresar "a pata" hasta el campamento atravesando media ciudad... un gringo haciendo esto en plena noche es un auténtico suicidio... pero al final no pasa nada; lo que sí es que por aquí regresó James al campamento e inmediatamente se les requiere en el sitio de una detonación, donde un camión cargado de explosivos ha dejado un cráter y varios civiles muertos y mutilados.

El equipo más a fuerza que por convicción propia sigue a James hasta encontrar a los responsables del bombazo. Caso resuelto -con su respectivo daño colateral-. A Eldridge me lo dejan con un fémur fracturado en 9 partes y su boleto de regreso a casa garantizado. Sanborn se quiebra; sí, los soldados son seres humanos, pero también hay seres humanos que nacieron para ser soldados y en una auto-confesión que más que plática con su bebé estando ya en casa por parte de James, nos damos cuenta que lo que acaba de decir es verdad, por lo menos para este personaje... a estas alturas del partido -y a diferencia del bebé que mientras más cosas conoce, más las ama- el sargento de primera clase William James solo ama una cosa: ponerse en la línea de riesgo.

Nominada en los Golden Globes, premiada en los BAFTA y con 9 nominaciones al Oscar® esta película es un auténtico must, hay que verla con la mente abierta, no es Rambo ni cosa que se le parezca, ni porque la directora haya estado casada con James Cameron esto sea una copia de estilo (nada más lejos de la realidad). Vale la pena por sí misma.

Y mucho.

Posted via email from Marco's posterous

6 comentarios:

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