miércoles, febrero 28, 2007

El pajarito



Esto según me cuentan es una historia verídica y hoy precisamente me estaba acordando de la misma mientras hacía una eterna fila en el banco.


No hay nada peor que perder hasta una hora (si no es que más) de valioso tiempo en la fila del banco. No es porque las otras filas que hay que hacer en esta vida -y en este país- sean mejores, pero es que en el banco (en cualquiera, ninguno se salva) es aún más tedioso, principalmente en lugares como en el que vivo, donde las sucursales son pequeñas, mal ventiladas y bastante desorganizadas. Aún en Banamex, donde puedes acomodar tu trasero en una silla por demás incómoda durante el tiempo que tienes que esperar a que te toque pasar a ventanilla, es realmente un suplicio digno de la Gestapo, la KGB o la Judicial.
Las cosas empeoran cuando acompañando al papá o a la mamá, hay uno o varios chamaquitos (o chamaquitas, pa'l caso es lo mismo) y debido al aburrimiento lógico que para ellos significa estar en ese traumático medio por tiempo indefinido, comienzan a jugar, correr, dar brincos, gritos y hacer aún más exasperante la espera al turno -que dentro de muchos minutos más- nos tocará en ventanilla.
Yo no sé de qué dependerá, pero yo no recuerdo haber sido tan desmadroso de niño y mucho menos ponerme a corretear cual chivo loco en alguna sucursal de banco, pasando por entre las piernas de la gente, recibiendo codazos (a veces intencionales) en la cabeza, haberme arrastrado en el piso o algo así.
Pues resulta, según lo que me platicaron -y que casi les podría jurar que fué verídico- que estaba en la fila de una de las sucursales de Bancomer de este pedazo de patria, una señora de al rededor de veintitantos (tirándole a treinta), acompañada de su pequeña diablilla de entre tres y cuatro años de edad. Ya llevaban unos veinte minutos formadas y la escuincla no dejaba de dar lata. Entraba y salía de la fila, desprendía el cordón retráctil de los postes que sirven como guía o división para hacer las filas, regaba por el piso folletos... en fín, una lindura de criatura. La mamá, observaba con esa pasividad que prácticamente todas las mamás que van al banco con un chamaco o chamaca por compañía suelen tener. Miraba al infinito -y más allá- y en un monótono cantar, se limitaba a decirle a la niña "Ya mijita, yas'táte quieta", mismo que con el murmullo de la gente que llenaba la sucursal era además poco audible.
Obvio que la niña no hacía el menor caso y continuaba su desmadre al tiempo que la fila lenta, pero muuy lentamente avanzaba. En un momento dado, la escuincla en cuestión soltó la guía retráctil del poste y se le escapó de las manos, y antes de llegar al extremo donde se enrolla, le pasó apenas rozando la nalga derecha a un mastodonte... perdón... a una señora que gritó como si la madre esa (la guía) le hubiése pegado de lleno. La mamá de la niña reaccionó un poco más activamente y de un brinco pescó a la chamaca, al tiempo que por el grito que había pegado la vieja gorda... perdón... la señora que se sintió "agredida" había llamado la atención de la mayoría de las personas que hacían fila o estaban en algúna otra parte de la sucursal.
En ese momento, y seguramente más por la pena de ser el objeto de las miradas y el enconio del resto de la gente, la mamá de la niña creyó prudente elevar el tono de voz y dirigirse a la escuincla diciéndole "¡Te pedí por favor que te estuvieras quieta, mira nadamás qué pena me estás haciéndo pasar. Vas a ver que en cuanto lleguemos a la casa te voy a acusar con tu abuelita para que no te dé tus dulces!"
La niña la miró seria -con esa seriedad que una niña de tres o cuatro años puede tener- respiró profundamente, y en el momento de mayor silencio dentro de la sucursal, alzó su pequeña voz para contestar...
"¡Y yo le voy a decir a mi abuelita que el otro día que entré a la recámara, le estabas chupando el pajarito a mi tío!"
Ignoro cuanto tiempo le puede llevar a un ser humano común y corriente a travesar una fila de más de 50 personas, atravesar la sucursal y salir a la calle, pero a esta lindísima -y por lo que se vé infiel y calenturienta mamá- le tomó menos de dos segundos.
Yo creo que por eso hoy la gente me veía raro mientras hacía fila en el banco, creo que me estaba riendo por recordar la anécdota, mientras por enésima vez un chamaco me pasaba casi por entre las piernas y se enredaba en el cable de mi MP3, mientras su mamá con lacónico hablar le espetaba un par de sentencias inaudibles, a las que el niño, obviamente no hizo caso.
Hubiese fingido que me dió un pisitón, a ver en qué paraba la cosa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajajaja...a lo mejor el señor tenia un pajarito de chocolate... proque la gente es tan mal pensada... jajajajajjaa

pero bueno... los niños y los borrachos simepre dicen la verdad...

pinche niña borracha!!!

Miss Neumann dijo...

ODIO IR AL BANCO... ODIO!!!

Miss Neumann dijo...

amo a los niños por sinceros!

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