martes, enero 10, 2012

Esas curiosas formas de la felicidad

Happy-feet

Happy Feet, lo primero que aparece cuando googleas la palabra Happy


Primero:

A mis dos o tres lectores, tengo que ofrecerles por enésima vez una disculpa. Ahora sí la ausencia de la blogósfera fué pronunciada; pero tiene sus razonamientos lógicos. Tristemente las ocupaciones laborales siempre han sido en porcentaje mucho mayores que el tiempo libre -por lo menos para la mayoría de los que formamos parte de alguna nómina. Dentro de mi trabajo las complicaciones se han sucedido una detrás de la otra, ya sea en forma de nombramiento (que acaba siendo más simbólico que nada) o de participación en alguna expo (propia o ajena).

Este semi ejercicio literario que tanto añoro ha estado ausente de mis prácticas cotidianas. Las 24 horas del día tienen de lunes a viernes destinado más del 50% de mi esfuerzo a la vida laboral (el otro 50 se reparte en medio comer, medio dormir, medio vivir... exacto, todo a medias). Pero si algo tengo (y a veces me sobra) es terquedad, y esa misma cualidad/defecto me impulsa a cambiar los porcentajes y a hacer (o re hacer) mi vida en términos de lo que a mi me mueve. Olvidaba el sábado -que laboralmente hablando ocupa solo unas 6 horas (o el 25% del día) pero que en términos de cansancio es quizá para mi el día más pesado de la semana.

Ahora que ya intenté explicar por qué he dejado en calidad de abandonado el blog, entro en el tema.

LA FELICIDAD.

¿Qué es eso? ¿Con qué se come? ¿Lo venden en alguna tienda departamental a meses sin intereses?

No lo sé. Las interpretaciones de lo que significa la felicidad pueden variar de persona en persona y de cultura en cultura. Habrá quien sea feliz por poseer riquezas materiales, habrá quien sea feliz por obtener un título académico, lo habrá también por que su equipo de fútbol logró un campeonato (o no descender de categoría), habrá quien sea feliz simplemente por el hecho de estar vivo. Las posibilidades son casi infinitas.

En ciertas culturas (la nuestra incluída) la muerte misma es sinónimo de felicidad... "pasó a mejor vida" -solemos escuchar cuando alguien muere, en alusión a que la máxima felicidad sea el encuentro con el Creador (y los seres queridos que se nos adelantaron en el viaje) -con todo y lo triste y patético que es el modo convencional de despedir a alguien vía ceremonia fúnebre.

Mi muy particular punto de vista sobre las cosas que me rodean y hacen de mi la persona que soy, me permite hacer un recuento de lo que a través de los 42 años que he formado hasta hoy parte de la raza humana me hacen feliz.

Desde el momento de mi nacimiento me ha hecho muy feliz disfrutar de la compañía de mi madre. Es una persona totalmente especial (como suelen serlo las mamás) y con quien por tener tan pocos puntos de coincidencia (nuestros gustos, aficiones, filosofías, etc. pueden ser diametralmente opuestos, por ejemplo ella es una excelente bailarina y yo padezco de siniestritis bípeda [tengo dos pies izquierdos a la hora de intentar bailar, pues], me gusta la literatura complicada y ella es en exceso light a la hora de leer). Desde el fallecimiento de mi padre, los niveles de felicidad de mi mamá bajaron de forma alarmante, pero de manera conjunta el batallón nietos (5) e hijos (3) hemos hecho nuestro mejor esfuerzo por nivelar un poco las cosas. Desafortunadamente quienes contribuimos a que los niveles de felicidad de mi madre suban y bajen a manera de montaña rusa, somos nosotros mismos (me refiero a mi y a mis hermanos) y los problemas que nos rodean; las mamás tienen esa cualidad/defecto de permearse de la vida de los hijos y hacer de la felicidad o las preocupaciones algo propio sin embargo y a su manera, me hace feliz.

Durante mi infancia diferentes circunstancias y factores me llenaban de felicidad; mi abuela por ejemplo me hacía inmensamente feliz visitándome y llevando entre sus manos una tablilla de chocolate, claro que ella desconocía que al ingerir productos derivados del cacao yo tenía una reacción alérgica adversa y me llenaba de ronchas. Mi abuela materna fué mi sinónimo de felicidad hasta los 5 años (cuando ella falleció).

Los cumpleaños (míos o de mis hermanos) y las navidades también eran -junto con los viajes, los momentos más felices para mi. Mi familia fue siempre unida hasta cierto punto (ya lo saben, fuí el primero en abandonar el nido y darme tremendo golpe de realidad al ver que mis alas estaban realmente inmaduras) y mientras viajabamos, festejabamos o celebrábamos las fiestas el estado de felicidad en mi persona era mayúsculo.

Con la adolescencia y los cambios hormonales los estados de felicidad/depresión/angustia/euforia me pegaron "con tubo". Diversos factores podían hacerme el más feliz a mi manera; mis amigos, las salidas, la incipiente libertad de elección (qué película ver, qué ropa usar, qué rumbo tomar) alegraban mis años adolescentes. Fuí un tipo de lo más enamoradizo (aplica aquí el dicho de las abuelas: "solo mira una escoba con faldas y de inmediato se emociona") por lo que la felicidad derivada de la colección de noviazgos fugaces -y los primeros intentos de romanticismo con mariposas en la barriga incluídas, eran el equivalente a estar en permanente estado de felicidad (visto en retrospectiva, sí que había escobas con faldas).

Las excursiones, viajes, conciertos y demás experiencias entre los años de preparatoria y la universidad se multiplicaban haciéndome esa etapa algo realmente entrañable. Las personas que me rodearon en ese punto de mi vida (y que con varias sigo afortunadamente en contacto hasta hoy) le dieron ese toque extra de felicidad al entorno.

Hasta que quise -según yo, ser aún más feliz.

Dejé a un lado a mi familia, amigos, universidad y sentido común por hacer mi santa voluntad y embarcarme a muy temprana edad (a los 20) en un proyecto de vida alternativo: me casé. Con la persona equivocada, en el momento equivocado, bajo las circunstancias más equivocadas, todo por un impulso de berrinche disfrazado de felicidad.

Obvio, no funcionó. Pero sí tuvo un final feliz -en cierta forma un desarrollo de la historia con su lado positivo: mis hijos mayores, uno de los más grandes motivos de felicidad para mi desde que cada uno llegó al mundo.

El primero llegó cuando (en términos 'ideales') yo debería estar viajando por Europa mochila al hombro; la segunda en la etapa (otra vez en términos 'ideales') a la hora de aventurarse en una maestría para salir como 'top of the class' y ejercer en una mega agencia de medios o ser contratado por Steve Jobs y diseñar para Pixar. Me convertí en padre sin haber pisado suelo europeo y apenas terminando los créditos suficientes para la licenciatura. Pero ¿que más da? era el más feliz con mi par de críos a cuestas, con mi par de ideales de vida, con mi par de juguetes recién desempacados.

Cuando se terminó la vida en común con la madre de mis hijos, de cierta forma terminó la cercanía de vivir cada una de las etapas de su crecimiento. No obstante al haberse concretado la separación, hicimos (y hacemos hasta hoy) nuestro mejor esfuerzo por ser felices a nuestra manera. Es complicado intentar expresar en unas líneas los malabares logísticos y de coordinación que tuvimos que hacer en más de una etapa (se han mudado tantas veces que parece que intentan romper algún tipo de récord) para vernos, convivir y hacer equipo padre/hijos. Baste decir que cuando coincidimos desbordamos felicidad, a un grado -que creanmelo o no, contagia hasta a la gente desconocida que nos ve.

Los avatares de la vida me han llevado por sendas donde de repente aparecen cual señalamientos viales los momentos de toma de decisiones o de elección de rumbo y trayectoria. Si en términos aeronáuticos mi vida fuese un rutinario vuelo del punto 'A' al punto 'B', la calidad de mis elecciones y decisiones han trazado la ruta más tormentosa y difícil, pudiendo haber navegado en cielos despejados y con viento a favor. Mi radar para distinguir una buena o mala elección aparentemente está averiado desde hace un buen rato. Y la felicidad estriba en gran medida en las decisiones que tomas; si te equivocas, simplemente la vida se encarga de indicarte que cometiste un error -y a veces lo hace de tal forma que parece que Mke Tyson te golpea al mismo tiempo que te muerde no una, sino las dos orejas.

Segundo matrimonio, segundo fracaso, tercer hijo. El único saldo a favor de otra ruta mal planeada: Mi clón 2.0 

La felicidad de convivir con mi pequeño hijo se traduce en cosas simples: salir con él, ver una película, comer algo, caminar dentro de un mall, ver un partido de fútbol, jugar video juegos, desayunar hot cakes, ver los Simpson y escuchar sus carcajadas (su madre le tiene prohibido ver la serie -meh), hacer de vez en cuando lo que él llama un "campamento" que simplemente consiste en que se quede a dormir conmigo. Creo que él también se siente feliz compartiendo algo de tiempo con su papá.

Mis hijos en resumen, son precisamente -dentro de lo difícil y doloroso que es estar separados por diversas circunstancias- donde reside una parte importante de mi propia felicidad.

Pero aún hay más.

De todas las maneras posibles en las que pude encontrar un gramo de felicidad (que posteriormente se convertiría en toneladas), la más reciente llegó de la manera más improbable para mi -el eterno escéptico-.

Una coincidencia, el estar en el lugar exacto en el momento adecuado. El destino.

¿Como imaginarme que después de tanto tiempo me la encontraría, y sobre todo bajo esas circunstancias? No quiero saber la respuesta, lo unico que sé es que la vida me recompensó de la manera más curiosa, en un momento en el que yo creí que la posibilidad de contar con una relación de pareja estaba totalmente descartada de mi vida y fuera de todo propósito, yo mismo le había puesto un cerrojo de combinación a mi corazón y mis sentimientos, tiré la llave y olvidé dónde lo hice.

Soy francamente feliz, quizá más allá de lo que yo mismo hubiese imaginado. Esta es el tipo de situación donde interviene el cliché de "si alguien me lo hubiese anticipado, no le hubiera creído". Pero pasó.

Desde que la encontré (o nos encontramos) han pasado ya algunos meses, durante los cuales la vida (y mi perspectiva de la misma) ha cambiado y dado un giro de 180 grados.

Ella conoce perfectamente mi historia -y no tiene empacho alguno en preguntar (como buena abogada tiene un muy desarrollado talento para el 'arte' del interrogatorio -al que yo caigo redondito-) en caso de duda, y aún con mi gigantesca colección de defectos, sabe hacerme sentir el hombre más perfecto y feliz del universo.

Quizá para hacerles saber esto último se gestó en mi mente la edición de este post. Esas curiosas formas de la felicidad que han llegado a la vida de este, su seguro servidor a pesar de no contarse en forma multitudinaria, me han marcado y lo seguirán haciendo mientras Dios me preste vida y tiempo para ser feliz.

La historia hacia adelante es un libro con las páginas en blanco. El año apenas va comenzando y desde mi muy particular perspectiva tiene todo para ser uno grandioso (con todo y la teoría de que es el último y no llegamos ni a navidad -según el calendario maya).

Deseo para ustedes mucha felicidad, salud y cosas que les llenen el alma y la vida de dicha.

Ojalá sean (o se sientan) la mitad de feliz de lo que yo me siento y soy gracias a quienes me rodean y que aún estando lejos o muy ocupados, (¿verdad zarigüeyas?) me dan esos toques de felicidad que me llegan directo al corazón.

Hagan todo por ser felices, solo tenemos una vida.

Marco

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